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El avance de la moda sostenible ¿Es realmente viable?

Por Alicia Carrasco Rozas

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Moda

Desde la llegada de la democratización a la moda, la industria pasó de realizar cuatro colecciones anuales a un alrededor de ocho o diez temporadas, abriendo paso a lo que se conoce en la actualidad como fast fashion, el fenómeno del momento. La moda va rápido y con ella las tendencias promoviendo el consumo masivo de ropa alrededor del mundo. Según Wrap, solo el 2012 hubo un incremento del diez por ciento en la compra de ropa - y esto solo en el Reino Unido. España por otro lado es líder en la industria retail de fast fashion y marcas como Zara y Mango tienen presencia mundial y gran aceptación entre los consumidores por el precio y los diseños que están a la vanguardia de la temporada.

Sin embargo, año tras año se comprueba más que las personas desechan más y más ropa y esto se debe a la calidad de la misma. Para satisfacer a los clientes en cuanto a precios bajos y diseño, las compañías retail buscan reducir los costes de producción que se pueden traducir en salarios mínimos a fabricantes, textiles de baja calidad - y por lo tanto con más sustancias dañinas- entre otras implicaciones.

Es por ello que hasta el día de hoy la industria de la moda es la segunda industria más contaminante, después de la del petróleo. Cada año más ropa termina en basureros, más químicos en los mares y más difícil es su reciclaje. Tal y como explica un estudio realizado por el Banco Mundial en 2014, el veinte por ciento de la contaminación de ríos y mares se debe al tratamiento de textiles que despiden químicos altamente dañinos para la naturaleza y el ser humano.

La era sostenible

Como respuesta a toda esta problemática, la última década ha visto nacer marcas, organizaciones y eventos que promueven la moda sostenible o el slow fashion que busca reducir la contaminación, usar materia prima sostenible y dar las garantías necesarias a los productores/trabajadores. Ejemplos de organizaciones comprometidas con el cambio son la Fundación Ellen MacArthur, A Transparent Company o Made-by, entre otras, que funcionan como consultoras que guían a las empresas a encontrar proveedores de materia prima limpia, a usar microfibras sin químicos, a reciclar y a optimizar los diseños para evitar desechos.

Neliana Fuenmayor de A Transparent Company sostiene que ninguna marca es cien por cien sostenible pero que siempre se puede reducir de gran manera la contaminación que una compañía genera al fabricar ropa. Según Fuenmayor en un artículo realizado por Vogue, la sostenibilidad es un valor de comunicación. Significa que los consumidores, al conocer más sobre lo que están adquiriendo se vuelven más conscientes y eligen mejor sus prendas. A ello también se suma la certificación de empresas internacionales para verificar que no se daña al ambiente con los productos finales.

No obstante las certificaciones, la materia prima de calidad y la paga justa de artesanos y trabajadores de la cadena de producción hacen que los costes del producto final se eleven provocando en los consumidores una indecisión al momento de realizar la compra. "Todavía no es rentable económicamente dedicarse a esto (...) Los tejidos son mucho más caros, como el algodón orgánico -para el que no se usan pesticidas, se deja crecer bien la planta y cuando se extrae el algodón no se rompe la planta para que pueda volver a crecer" explicaba Gema Gómez, fundadora de la plataforma de moda sostenible Slow Fashion Next a El Diario.es.

Es difícil para estas marcas competir contra los grandes del retail que, por ejemplo venden una camiseta a diez euros en comparación de marcas sostenibles que venden una similar a treinta euros. La diferencia está en la fabricación, pero muchos consumidores toman el precio como el móvil de mayor peso. Estudios como el de Journal of Consumer Psychology afirman que los consumidores en general no están concienciados en cuestiones de moda ética y sostenible por lo que muchos tildan al slow fashion como caro y ‘sin diseño’, estereotipado a los hippies, por lo menos en España y Latinoamérica.

Una carrera de obstáculos

Tal como explica la activista de moda sostenible Livia Firth en XL Semanal, la industria se ha convertido en un modelo insostenible en sí mismo. “Nos han vendido el mito de que comprar un vestido por menos de diez dólares es democrático, ¿pero para quién? Desechamos cada vez más rápido. Los consumidores nos hemos quedado atrapados en un ciclo absurdo de microtendencias. Hay dos minitemporadas a la semana en las tiendas. La ropa está pensada para durar en el armario unas cinco semanas antes de tirarla, todo en el nombre de la democratización de la moda.” Sin embargo, en un mundo capitalista cuya principal ley es la de oferta/demanda ¿es posible que sobreviva la industria de la moda sostenible?

La moda sostenible busca que se globalice la Economía Circular. Una Economía Circular es un nuevo modelo de diseño y producción de prendas para que estas puedan volver a ser utilizadas. Además promueve los materiales sostenibles y el pago justo a los productores que idealmente son locales. De esta manera también se impulsa la economía interna dentro de un país o comunidad específica. Por otro lado, el modelo lineal actual de economía causa pérdidas económicas de 500 mil millones de dólares entre desechos de producción, recursos ambientales y ropa desechable, según Eco Circular.

El modelo actual de “usar y tirar” debe pasar a uno en el que se use y reuse. De esta forma se podrían garantizar productos de mayor durabilidad que evitarían pérdidas de 460.000 millones de dólares al año. ¿Pero qué pasa cuando la demanda dicta la oferta? Está claro que muchas marcas ven difícil la conversión a economía circular cuando ya se han establecido como retailers baratos que venden cantidades exorbitantes al año a un mercado amplio, frente al mercado reducido de la ropa sostenible. Grandes empresas como Inditex, H&M, Primark o Uniqlo, entre otros, ven esto como un obstáculo mayor al momento de reevaluar sus procesos de producción.

Por otro lado, hay marcas con excelentes modelos de producción que no pueden competir contra los grandes del retail. El consumidor sigue creyendo que tiene más peso obtener diez prendas por menos de cien euros que dos por el mismo precio.

Noelia Montero, fundadora de la firma Miu Sutin expresó en una entrevista a Fairshion su más grande problema como marca slow fashion. “Nuestros precios son uno de nuestros mayores problemas. Los precios son precios justos. Los tejidos que compramos son más caros comparados a los tejidos de las prendas de fast fashion porque se producen respetando el medio ambiente (menos agua, menos uso de pesticida, herbicida, sin tintes químicos, respeto del suelo….), se remuneran todos los trabajadores involucrados en el proceso de confección del tejido y de la prenda con un sueldo digno y buenas condiciones laborables etc. La realidad es otra en la fast fashion, donde manda la reducción de los costes a toda costa y la falta de transparencia. Entendemos también que puede haber un sentimiento de engaño por parte del consumidor: si se puede comprar una camisa por 20 euros, ¿por qué comprarlo a 110 euros si no se trata de una marca prestigiosa?”.

Cambios para el futuro

A pesar de las dificultades, los avances se han hecho. Gracias a los estudios de universidades y organizaciones como la Fundación Elle MacArthur, se ha logrado presionar a estas grandes empresas a poco a poco incluir en sus agendas el modelo de economía circular. Tal como explica Gema Gómez “El aumento de la concienciación ha sido brutal, también en España. Desafortunadamente, el derrumbe del Rana Plaza marcó un antes y un después. A raíz de ése desastre nació el movimiento Fashion Revolution. Y otro síntoma relevante que muestra el aumento del interés es que desde hace dos años este tema ha entrado en revistas importantes de economía/negocio y moda” comentó a Diario Responsable.

Un ejemplo de los cambios es que ahora uno de los objetivos del Plan Medioambiental 2016-2020 es incluir la economía circular. Desde entonces Inditex, por ejemplo, busca reutilizar prendas y obtener materia prima ética.

Según un artículo de Lynn Oxborrow de Nottingham Trent University, aunque las intenciones sean las mejores, lo que sobresale ante todo es el dinero. “El diseño sostenible tiene menos importancia que las decisiones comerciales de una empresa que se rigen por el coste y la velocidad”. Para ello lo ideal sería probar a gran escala que una nueva filosofía, la ética, es viable en el mundo de la moda. Sin embargo, esto les costaría más en cuento a nuevos materiales, nuevo equipo y personal, investigaciones, cambio de cadena de producción y otros costes que en definitiva una empresa no se toma a la ligera.

A ello se suma que el marketing ha internalizado en las personas que el consumo es bueno, que el consumo y las tendencias son un deber de cada persona; que el estatus se gana con estar en tendencia. Para que todo ello cambie es necesario un cambio de paradigma y una concienciación masiva que haga al consumidor pensar dos veces antes de adquirir un producto. Que conozca a fondo las implicaciones ya sean de salud, medio ambiente o sociales. Que pueda diferenciar entre utilizar una prenda de algodón orgánico y una de viscosa o poliéster porque cada una tiene sus desventajas y ventajas pero debe saber qué pesa más y a largo plazo para la sobrevivencia del planeta.

Fotos: Stella McCartney, Slow Fashion Next, Miu Sutin.

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Neliana Fuenmayor
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