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La falta de liderazgo, la escalada de las matrículas y la corrupción de la educación de moda (Parte 2)

Por Jackie Mallon

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Credit: Pixels by Pixabay

Segunda parte del informe especial sobre los problemas que actualmente enfrenta el sector educativo de moda. Para leer la primera parte, puedes entrar en el siguiente link: La falta de liderazgo, la escalada de las matrículas y la corrupción de la educación de moda (Parte 1)

La educación de moda es un gran negocio "La pandemia fue la gota que colmó el vaso para la educación de moda, pero no se le puede culpar por todo", dice Simon Ungless, ex Director de Moda de la Academia de Arte de la Universidad de San Francisco. "Estoy bastante seguro de que estudiar moda ya no es tan atractivo como a principios de 2000. Creo que el brillo de la moda ha comenzado a empañarse ". Las escuelas se beneficiaron del fenómeno Project Runway ( programa de TV que se estrenó en 2004), cuando cada celebridad tenía su propia línea de ropa, y la industria se alineó con los reality shows. Esos fueron los días previos a que trabajar en moda se convirtiera en sinónimo de contribuir a la destrucción ambiental, los abusos laborales y el consumo excesivo.

"En algún momento, alguien se dio cuenta de cuánto dinero se puede ganar y cuando la educación se convirtió en un negocio fue el principio del fin", reflexiona Ungless. Lo describe como "alimentar a la bestia". Si bien cree que depender de un título en un desfile de moda de graduados es anticuado e innecesario, eso trae las oportunidades de recaudación de fondos, la publicidad e incluso celebrities como Madonna y FKA Twigs estuvieron en la primera fila en un show de Central Saint Martins BFA.

Durante el Covid, las escuelas exhibieron sus mejores talentos a través de revistas virtuales, cortometrajes o presentaciones digitales, pero el formato de pasarela presencial ha regresado. Antes del cambio de milenio, el Reino Unido estableció la tendencia de la educación internacional de moda, y una ola de graduados británicos, incluido Ungless, fueron reclutados para establecer programas en los Estados Unidos. La colección de posgrado de 1984 de John Galliano en el Central Saint Martins, de Londres fue comprada en su totalidad por el minorista de lujo, Browns. La Semana de la Moda de los graduados se lanzó en el Reino Unido en 1991 con el exdirector creativo de Burberry Christopher Bailey, como su primer ganador. En los años que siguieron, nombres como Alexander McQueen, Stella McCartney, Proenza Schouler y Christopher John Rogers tuvieron mucho éxito en sus presentaciones de posgrado. Comprensiblemente, los estudiantes de primer año sueñan con su gran momento en el desfile de graduación. Pero a lo largo de los años, la competencia por un lugar en la pasarela se hizo cada vez más fuerte. Teniendo en cuenta el alto costo de la matrícula, todos los estudiantes merecen un lugar, pero solo alrededor del 30 por ciento lo consigue. Los desfiles de Parsons o FIT son eventos de alfombra roja de alta producción, e incluso las escuelas de segundo nivel ubicadas lejos de las capitales de moda generalmente organizan una pasarela de tarde o matiné para amigos y familiares, y otra VIP para grandes contribuyentes e invitados especiales. Por su parte, la Academy of Art University BFA y Parsons MFA se aseguraron un lugar en la Semana de la Moda de Nueva York.

"¿Cuándo los desfiles dejaron de ser plataformas para que los estudiantes sean reclutados y pasaron a ser plataformas para que las escuelas recluten más estudiantes?” se pregunta Ungless. "De repente todo se convirtió en tener que hacerlo porque atrae a cierto número de estudiantes. Entonces, ¿estamos atendiendo a los diseñadores o a la industria? Yo veo la realidad y veo que el camino de la educación es el de ganar dinero, así que me voy ". Fiel a su palabra, el último día laboral de Ungless fue el último 1 de junio. Los estudiantes internacionales son otro flujo de ingresos importante para las escuelas de moda en los Estados Unidos y Europa. Pero Ungless dice que el liderazgo político reciente, cambió la regulación en términos de visas y una nueva perspectiva xenófoba hace que las escuelas de moda estadounidenses sean una opción menos atractiva.

Andrew Groves, profesor de moda y ex director de cursos de la Universidad de Westminster argumenta que cuanto más dinero se invierte, más estudiantes pierden. El costo anual promedio de la matrícula en un programa de moda estadounidense es de 35,000 dólares(35,927 euros), pero las escuelas privadas son mucho más caras, y eso sin tener en cuenta el alojamiento, la comida y la vida social que disfrutaban las generaciones anteriores de estudiantes. “No permiten que los estudiantes enfrenten el fracaso", dice Groves. "Cuando estábamos en la universidad, podíamos estar molestos si algo no funcionaba, pero no teníamos todo el peso de la inversión financiera o de los padres que hipotecaron la casa". Los estudiantes hoy en día están atrapados en medio de los instructores que los empujan a asumir riesgos y desafiarse a sí mismos en su trabajo y padres que ven las mejores calificaciones como el único retorno inmediato de su inversión.

A principios de los 90, tanto Groves como Ungless formaban parte del pequeño equipo de diseño de Alexander McQueen, que trabajaba principalmente en un piso del sur de Londres, sin dinero y dependiendo de las instalaciones de Central St Martins para realizar las colecciones. McQueen era hijo de un taxista londinense. Dice Ungless: "Si no hubiera habido una educación asequible, nunca habría podido ir a la escuela. Lo mismo con Lee McQueen". Quizá más que cualquier otro diseñador de nuestra época, la influencia de McQueen repercute constantemente en el trabajo de los estudiantes. Andrew Bolton, que hizo la curaduría en 2011 de la retrospectiva de la obra de McQueen en el Met Museum, que batió récords, comparó al diseñador con Byron, Beethoven y Delacroix. La historia de la moda lo registrará a la par de maestros del corte como Cristóbal Balenciaga y Hubert de Givenchy. Sin embargo, el sistema educativo de la moda, tal como es hoy, no podría producir otro McQueen.

Muchos de los profesores con los que hablamos, desde los directores de curso hasta los profesores a tiempo parcial, mencionan un sentimiento de culpa por las tasas de matrícula que les impulsa a recurrir a sus contactos en la industria para criticar positivamente el trabajo de los estudiantes, luchar por prácticas remuneradas y publicar artículos en revistas, cosas que la escuela no ofrece como parte del paquete de matrícula. Estos requisitos tampoco figuran en la descripción del trabajo del director del curso, pero son los que esperan los estudiantes que entran en un programa de moda de alto nivel.

La dirección de la escuela influye en casi todos los elementos de la experiencia del estudiante, pero éste rara vez ve a las personas que mueven los hilos. Así que el blanco de sus frustraciones suelen ser los profesores que ve a diario. Un director de curso de un programa conocido por sus estelares desfiles de graduados, que pidió anonimato, revela que nunca ha recibido un presupuesto oficial para un desfile de moda en sus 20 años en el cargo. "Nunca me han dicho: esto es lo que tienes ahora, vete a montar un desfile. Así que, por un lado, no puedes planificar y, por otro, tienes que ir a ver a los estudiantes y fingir que todo va normal, lo que significa que toda la presión y el estrés recaen sobre mí", afirma. "Tengo que cumplir con los estudiantes, porque tengo que mantenerlos contentos, pero no tengo poder para hacerlo porque no controlo el presupuesto, y además tengo un público externo de la industria al que impresionar cada año".

Algunos profesores de moda que han gestionado su propio negocio antes de dar clases, han tratado con fábricas y showrooms y luego han navegado por el entorno académico, admiten sentirse más cualificados que sus superiores.

Foto: Pexels Karolina Grabowska

La justicia social y el costo de la educación de moda

"Todos hablan de justicia social", dice Groves, "pero si uno paga decenas de miles de dólares por asistir a la universidad, seguramente la justicia social empieza ahí". La diversidad, la equidad y la inclusión son temas candentes, ya que los centros educativos intentan reflejar los tiempos y las necesidades de la nueva generación, pero ¿el liderazgo es sólo de palabra?

Parsons, que es elegido regularmente como el programa de moda número 1 de EE.UU. según destacadas revistas del sector, celebra un acto benéfico anual para recaudar fondos para las becas de los estudiantes. La 73ª edición, celebrada en mayo, recaudó 2,6 millones de dólares en honor de la diseñadora Tory Burch y el artista Kehinde Wiley. Es una de las principales escuelas que ha empezado a incorporar proyectos de diseño en sus planes de estudio para trabajar con jóvenes encarcelados, con personas sin hogar LGBTQ+, con tipos de cuerpos heterogéneos, personas mayores y discapacidad. Aunque esto parece un avance en una industria históricamente construida sobre la exclusión y el elitismo, existe la sensación entre algunos profesores de que todo esto está impulsado por preocupaciones menos altruistas. A pesar de que estos proyectos abordan temas delicados y la vida de personas reales, las facultades dan a conocer sus detalles con fines de recaudación de fondos y autopromoción.

En un momento, Ungless tuvo que matricular a 200 estudiantes, pero dice: "No creo que haya 70 personas que necesitaran hacer una carrera". Y Condenó: "toda la tontería de las artes liberales" que los estudiantes deben cumplir para adquirir una titulación de grado y que no les deja tiempo para explorar las nuevas tecnologías y las posibilidades de su campo. "Se está matando a sí misma. Se está comiendo a sí misma. Yo podría formar a un increíble diseñador textil en dos años, fácilmente. No necesito cuatro. Un sastre/diseñador increíble que diseñe nuevas formas, podría llevar más tiempo porque es un conjunto de habilidades diferentes, pero, aun así, es lo que es".

Los profesores con experiencia en la industria saben que hay algo podrido en el estado de la educación y que el éxodo masivo ha dejado una fuga de cerebros. La culpa que muchos confiesan sentir es ahora imposible de justificar, pero son las personas equivocadas las que cargan con esa culpa. Para Ungless, el número de personas sin hogar que duermen a la intemperie en la zona de la bahía de la ciudad, donde se encuentra la Academy of Art University, quizá sea el mejor ejemplo del abismo existente entre la justicia social y la educación de moda. Esperar que los estudiantes paguen treinta mil dólares al año para pasar por encima de los indigentes en la puerta de la escuela es un paso demasiado grande.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés por FashionUnited.com y traducido y editado al español por Cynthia Ijelman.

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