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Greenpeace alerta sobre el “engaño” de la economía circular en la moda y censura el Black Friday: “Es un símbolo de este modelo perverso”

Por Jaime Martinez

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Moda

Vertedero de residuos textiles. Créditos: Greepeace.

Madrid – Coincidiendo con las celebraciones del festival consumista en el que resulta ser cada nuevo “Black Friday”, desde la organización ambiental Greenpeace España han terminado por hacer público un concienzudo estudio y análisis sobre la situación en la que en estos momentos se encuentra la denominada economía circular, dentro del ámbito de la moda y de la moda de segunda mano. Un sistema sobre el que alertan del engaño que supone para la hora de hacer creer a los consumidores que están participando de un sistema plenamente cerrado desde el que se logran revalorizar todos aquellos desechos textiles y prendas de las que se deciden a desprenderse, incluso a través de puntos de recogida autorizados e instalados dentro de conocidas cadenas de moda. Una advertencia que practican al tiempo vuelven a entrar a poner en entredicho las bases mismas del modelo consumista que continúa imperando, y que censuran que siga alimentándose tanto por parte de las grandes cadenas de la moda como de “festividades” como la de este “Black Friday”, no dudando a la hora de llegar a tildarlo como de modelo “perverso” por todas las implicaciones que acarrea.

Como base de sus argumentaciones, desde Greenpeace España han recurrido a recopilar y a analizar una ingente documentación procedente de organismos oficiales, como el Ministerio de Hacienda y la Agencia Europea del Medioambiente, así como procedente de otros estudios previos realizados por organizaciones como Fashion For Goods o la cooperativa social Moda Re, un proyecto de Cáritas España dedicado a la gestión, revalorización y reventa de prendas de segunda mano. Unos estudios cuyos indicadores han llegado justamente para confirmar las primeras conclusiones extraídas de un ambicioso proyecto de investigación impulsado por Greenpeace, con el objetivo, ya no solamente de llevar a cabo una profundo análisis sobre cómo se gestionan y qué destino tienen las prendas de ropa usada que se depositan en los diferentes contenedores de recogida que hay diseminados a lo largo y ancho de todo el país, bajo la promesa de que desde aquí accederán a una segunda vida o a ser recicladas y revalorizadas, sino descubrir hasta qué punto esto termina siendo o no siendo cierto. Propósito para el cual desde la ONG terminaron por depositar un total de 29 piezas usadas, entre prendas de ropa y zapatillas, todas ellas en buen estado, en diferentes contenedores de recogida de ropa de 11 ciudades españolas, dotados de unos dispositivos de geolocalización cuyos pasos son los que se han venido siguiendo de cerca para la elaboración de las conclusiones del estudio, desde que las piezas fueran depositadas en los diferentes contenedores de recogida, entre los meses de agosto y septiembre de este 2023, y hasta llegar al día de hoy.

Vertedero de residuos textiles. Créditos: Greepeace.

“El objetivo de esta investigación de Greenpeace es entender cómo funciona la gestión de la ropa usada en España y cómo de veraz es esa segunda vida” que se promete bajo lo que “llaman ‘economía circular’ porque extiende el ciclo de vida de los productos, pero ¿lo hace realmente’”, se cuestionan desde la organización ambiental, en base a los resultados de una investigación que mantienen abierta, pero desde la que ya “se puede concluir que el viaje que realizan las prendas que se depositan en los contenedores es normalmente superior a cuatro meses”, contando la gran mayoría de ellas con un “viaje” hacia “una potencial segunda vida” que “aún no ha terminado”, a pesar de haber ya “recorrido miles de kilómetros”, “primero haciendo un recorrido dentro de la península, pasando de una instalación a otra y de una provincia a otra, y, después, fuera de España”. Unas circunstancias que son las que llevan a la ONG a denunciar este supuesto engaño, advirtiendo de que “la realidad es que actualmente no existe una economía circular que pueda sostener este modelo desaforado de comprar y tirar”. Modelo, y hábitos de consumo, que vuelven a situar en el centro de la polémica, tratando de venir nuevamente a advertir sobre los riesgos que implica, para el planeta y también para las personas, el seguir retroalimentando con nuestras decisiones de compra, a un modelo consumista sobre el que igualmente censuran el que desde las firmas de moda se siga promoviendo, mediante prácticas como las de fomentar las compras con descuentos durante jornadas como la del “Black Friday”, de una moda a muy bajos precios, cuyos precios sí se están encargando de compensar, y muy duramente, desde otras regiones del planeta.

“El modelo de producción y consumo de ropa es insostenible”, se muestran tajantes en sus conclusiones desde Greenpeace. “La producción de prendas no para de crecer, los armarios se llenan de ropa nueva y los contenedores de ‘reciclado’ también”, además “de ropa usada pero cada vez menos usada”, y que en su mayor parte, hoy, y a la vista de las resultados de su estudio de gestión de residuos, nunca termina además de volver a participar del modelo productivo en ciclo cerrado que promete el modelo circular. El resultado es que, añaden, “el término ‘fast fashion’ ya se ha quedado obsoleto y ya se habla de ‘ultra fast fashion’”, siendo el ‘“Black Friday” un “símbolo de este modelo perverso”, y “que no se puede sostener sin generar un gran impacto ambiental y social en países del Sur Global”, para “producir ropa y luego gestionar los residuos que generan las prendas que desechan”. Unas consideraciones que llevan a la organización no gubernamental a invitar a todos los consumidores que recapaciten y reconsideren sus implicaciones y su participación en este “modelo absolutamente insostenible”, en el “que prendas que cuestan cada vez menos, tienen peor calidad y, tras ser desechadas, viajan miles de kilómetros para alcanzar una segunda vida que casi nunca llega”.

Con las mismas toneladas anuales de ropa usada recolectada en España exportándose a otros países

Entrando a partir de este punto a poner mayor atención sobre los primeros resultados preliminares que han empezado a ofrecer las investigaciones llevadas a cabo por Greenpeace, lo primero que cabe es puntualizar dónde exactamente se terminaron por depositar el conjunto de las 29 piezas usadas, y dotadas con dispositivos de geolocalización, que sirvieron de base de la investigación. Unas prendas para las que desde la ONG detallan que fueron introducidas, entre los meses de agosto y septiembre de 2023, en contenedores de ropa localizados tanto en la vía pública como en tiendas de las cadenas de moda Zara y Mango, en un total de 11 ciudades españolas diferentes: La Coruña, Alicante, Barcelona, Bilbao, Castellón, Granada, Madrid, Málaga, Santa Cruz de Tenerife, Sevilla y Valencia.

Vertedero de ropa usada en Sa Kaeo, Tailandia. Créditos: Wason Wanichakorn, vía Greenpeace.

A partir de aquí, y analizando los datos que se han venido recibiendo desde entonces a partir de esos dispositivos de geolocalización, como una de las principales conclusiones de la investigación, y que además hay que tener bien presente para mantenerla en su justo contexto, está el que no existen diferencias significativas entre el destinos que han seguido las prendas depositadas en las tiendas de Zara y de Mango, con respecto a las depositadas en los puntos de recogida situados a pie de calle. Un motivo que se deriva de que, más allá del punto en el que se depositan, son en la mayoría de los casos las mismas entidades de gestión de residuos las que se encargan de su posterior recolección y tratamiento.

Profundizando en esas mismas conclusiones, entre ellas desde Greenpeace remarcan el que tras los meses de investigación, del total de las 29 prendas depositadas, solamente se ha podido verificar el que una sola, una chaqueta, haya terminado accediendo a contar con una segunda vida útil, tras haber sido vendida en una tienda de ropa de segunda mano en Rumanía. Un destino que ha encontrado fuera de las fronteras españolas, al igual que el 48 por ciento de todas las prendas, de las que sí se han confirmado datos de que se encuentran ya fuera de las fronteras del país, repartidas por Marruecos, Togo, Chile, Pakistán, la India o Emiratos Árabes Unidos, sin que haya podido confirmarse que han llegado a su destino final, dado que muchos de estos países son a su vez centros de exportación de residuos textiles y de prendas de segunda mano. Un destino internacional el suyo, que desde Greenpeace sospechan igualmente que hayan terminado siguiendo realmente la gran mayoría de las prendas del estudio, puesto que, partiendo de las limitaciones que cuenta este determinado sistema de seguimiento, a pesar de que algunos dispositivos no han ofrecido registros durante un tiempo, sus últimos movimientos se dieron en zonas de carga de algún puerto español.

El río Nairobi, en Kenia, contaminado por enormes cantidades de ropa. Créditos: Kevin McElvaney, vía Greenpeace.

Partiendo así pues de estos registros, y poniéndolos en relación con los resultados apuntados desde el resto de informes que han venido manejando desde la ONG para este estudio, se llega a la conclusión de que “es habitual que las prendas que depositamos en los contenedores sean exportadas a países asiáticos o africanos”, para lo que “recorren miles de kilómetros, saltando de un país a otro”, y en “lo que no asegura que vayan a ser reutilizadas dándoles una segunda vida” al llegar finalmente a su destino. Una entrada al modelo circular así pues puesta en entredicho, para lo que no obstante sí resulta seguro que el actual sistema “contribuye a generar más emisiones de CO2” y a fomentar el “cambio climático”, denuncian desde Greenpeace. Organización desde la que igualmente apuntan a que según “los datos de aduanas estudiados”, se indica “que exportamos en un año casi 120 000 toneladas de ropa usada, una cifra cercana a lo que se recogen selectivamente al año en España” en el conjunto de todos los puntos de recogida de prendas usadas. Una aproximación de valores desde la que se llega a la conclusión de que “la exportación es su principal modo de gestión”, con todo lo que ya hemos visto que eso implica, y riesgos que conlleva, teniendo en cuenta que “los principales destinos de exportación, según los datos de aduanas, son Emiratos Árabes Unidos, Marruecos y Pakistán, lo que también se desprende de los resultados preliminares de la investigación”. Países justamente que se sitúan entre esos países de “escala” hacia otros destinos, donde será “probable”, advierten desde Greenpeace, que aquellos textiles “que no se consigan ni exportar ni reciclar acaben en vertederos”.

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